Reformas en México. Parte I
Los inversionistas ven a este país como más competitivo económicamente, respecto a otras naciones emergentes.
Los mercados financieros ya diferencian a México para este año; sin embargo, si el país quiere retomar sus elevadas tasas de crecimiento, debe atender los asuntos que limitan su competitividad.
Ya es un hecho que los mercados están tratando a México de una forma diferente; están reconociendo que el país tiene mejores fundamentales.
Si se observa la variación acumulada en el tipo de cambio de enero de 2013 al presente, el peso mexicano solamente ha perdido un 3,5%; al comparar con otras monedas como el real brasilero, la lira turca o el rand sudafricano, se están observando niveles de depreciación mucho mayores.
En cuanto a la medición de riesgo crediticio, los credit default swaps están exactamente en el mismo nivel al que estaban en enero de 2013 a pesar de la volatilidad. Sin embargo, para otras economías emergentes, como Turquía, Brasil o Sudáfrica, la percepción de riesgo es mayor, ya que los mercados internacionales están reconociendo una fortaleza mucho mayor en la economía mexicana.
Y esto se ve también porque las reformas van en el sentido de elevar la productividad de la economía del país, pero a mediano y largo plazos.
Entre 1950 y 1980 la productividad en México creció de manera sostenida. Y no es sorpresa que el crecimiento económico en esas décadas fue mucho más robusto que el que se registro después.
Al contrario, desde 1980 a la fecha la productividad total en México ha sido negativa, de 0.7 por ciento.
Las reformas estructurales se verán bajo un cristal diferente cuando los beneficios lleguen a la población, y le den acceso a mejores salarios, y a bienes y servicios con precios más competitivos.
Debe haber transparencia total en la asignación de contratos en el sector energético, y un cumplimiento estricto con los plazos constitucionales para la apertura.