Cuba y la Unión Europea: buenas perspectivas económicas. Parte I
La apertura de la Zona Franca en el puerto de Mariel, más la promulgación de la Nueva Ley para Inversión Extranjera en Cuba, junto con la reunión en La Habana de los cancilleres de Cuba, Bruno Rodríguez, y de Francia, Laurent Fabius, son pasos más que evidentes hacia la reconfiguración de un modelo nuevo para las relaciones del gobierno cubano con Europa.
Resulta interesante ver esto, luego de que la isla ha tratado de influenciar políticamente durante años a su vecino de abultada chequera, ahora esté adoptando una posición más suave respecto a lo que llamaron “el capitalismo salvaje”.
La Zona Franca de Mariel, en una de las bahías con mayor calado de la isla, se reservará exclusivamente para cruceros turísticos, contará con 45,8 kilómetros cuadrados de instalaciones de alta tecnología para productos agroindustriales, biotecnológicos e informáticos, destinados tanto a consumo interno como para exportación; una autopista y una vía férrea entre esa zona y otras regiones del país, y un megapuerto, con capacidad para recibir a los grandes buques Postpanamax que pueden transportar más de 12,000 contenedores, y pudiendo canalizar el tráfico de mercancía que durante cinco siglos estuvo concentrado en La Habana.
Paradójico resulta que, mientras que en algunos países donde sus gobernantes han visto con simpatía el modelo cubano sí existan expropiaciones y nacionalizaciones que se llevan a cabo en condiciones totalmente desfavorables para los perjudicados, La Nueva Ley de Inversión Extranjera, tomada entre otras medidas que fueron tomadas para favorecer la presencia del capital extranjero en Cuba, resuelve una problemática que no permitió una mayor afluencia de inversionistas a la isla durante años: la promesa de que las propiedades de los inversionistas no serán nacionalizadas ni expropiadas, y la resolución de diferencias o problemas legales entre las partes a través de tribunales internacionales.