David y Goliat. Parte 2
En el artículo anterior elaborábamos un poco sobre las diferencias relativas y sus respectivas ventajas y desventajas entre los operadores profesionales y los traders individuales.
La vertiginosa velocidad del desarrollo tecnológico, y sus aplicaciones en el mundo financiero (yo diría que uno de los más beneficiados por los avances) ahora permite mediante herramientas como CFDs, contratos a futuros o, incluso, a través del empleo de ETFs, a quienes tengan acceso a una plataforma de trading de alta calidad, la posibilidad real y muy tangible de capitalizar un extenso espectro de oportunidades.
Puede operarse con apalancamiento, maximizando los posibles beneficios de la operación, cuando se haya decidido que la situación lo amerita. Es posible, de igual manera, jugar de una forma simple a una caídas de precios en determinados índices bursátiles o activos individuales, una gran ventaja en términos de flexibilidad.
Este tipo de transacciones, por diferentes razones les ha sido vetada a los gestores de fondos comunes; y, además, es muy poco frecuente entre los asesores y administradores de cuentas individuales. Solamente los fondos de cobertura, conocidos también como hedge funds en idioma inglés, suelen usar apalancamiento y operaciones bajistas como parte integral de su estrategia corriente.
Si estudiamos cuidadosamente que en determinadas situaciones, como una crisis económica profunda o cuando una empresa atraviesa un período particularmente negativo, el horizonte temporal de largo plazo puede ser una ventaja determinante para los inversores individuales; los activos pueden llegar a estar subvaluados críticamente, desde una perspectiva de largo plazo, y no es secreto para nadie que es complejo evaluar todo el conjunto de parámetros para poder decidir con precisión un intervalo de tiempo en el que podría producirse una recuperación.
Por esto un administrador profesional puede decidir no invertir en esta clase de situaciones, por el riesgo al que expone a sus clientes quienes pueden incluso llegar a dejar de emplearlo si las herramientas en las que invierte tienen mal desempeño durante un período que sea considerado más o menos prolongado.
Ahora bien, nuestro pequeño y valiente David, el inversor individual, no debe rendirle cuentas a nadie más que a sí mismo. O a su esposa, en todo caso, lo que igual puede llegar a ser peor, incluso catastrófico, pero en líneas generales, esa independencia relativa es fortalecedora. En el caso cuando la operación resulte ser lo suficientemente atractiva apuntando a un largo plazo, puede hacerse la entrada en la transacción, sabiendo que no será necesario desarmar posiciones forzadamente por el retiro de fondos, o pedidos de terceros.
Por eso, si bien los operadores profesionales pueden tener mayores recursos financieros y tecnológicos, la flexibilidad, independencia de criterio y un horizonte estratégico más prolongado pueden ser tanto o más importantes a la hora de maximizar el retorno de un portafolio.