LA DEFLACIÓN
La deflación es lo contrario de la inflación, por lo tanto se la define como la disminución generalizada del nivel de precios de bienes y servicios en una economía. El principal motivo de este fenómeno es la falta de demanda, es decir la gente empieza a dejar de comprar como antes lo hacía, generando un exceso de oferta, por lo tanto los empresarios tienen que disminuir los precios para poder vender sus productos, este fenómeno económico es mucho más maligno, y temido por los empresarios que la inflación.
La deflación puede desencadenar un círculo vicioso: Los comerciantes tienen que vender sus productos para cubrir al menos sus costos fijos (entendiendo que el precio ya no alcanza para pagar los costes variables), por lo que bajan los precios. Con los precios bajando de forma generalizada, la demanda disminuye más, porque los consumidores entienden que no merece la pena comprar si mañana todo será todavía más barato. En la inflación, sin embargo, ocurre todo lo contrario, dado que los consumidores prefieren comprar antes los bienes de larga duración, para anticiparse a subidas de precios. Dado este círculo vicioso, la deflación se convierte en causa y efecto de la falta de circulación del dinero en la economía, porque todos prefieren retenerlo. Al final, la economía se derrumba, dado que la industria no encuentra salida a sus productos y sólo consigue pérdidas, termina por dejar de operar y se cierran empresas, aumentando el desempleo y generando pobreza.
Los entes gubernamentales, en este caso los Bancos Centrales, son los encargados en cierta forma de controlar el nivel de precios para evitar la deflación aplicando tanto políticas fiscales como políticas monetarias. Una de las formas de luchar contra la deflación es bajando el precio del dinero. Esto equivaldría a poner más dinero en circulación (los tipos de interés son más baratos, y compensa endeudarse) y la gente tendería a consumir más. El ahorro compensa menos con los tipos de interés bajos, porque el banco da menos intereses por los ahorros. Eso hace que interese invertir esos ahorros en inversiones variables (empresas) o, simplemente, gastarlo. A esta estrategia se le conoce como política monetaria. La política fiscal supone un aumento del gasto público, una reducción de los impuestos y aumento de las transferencias. En el primer caso, se intenta suplir la ausencia de demanda del sector privado con la del sector público. En el segundo caso, la reducción de impuestos supone más dinero para gastar en manos privadas, y un empujón al consumo.